Del Blog VERBO SUELTO del autor, cuyo enlace es verbosuelto.blogspot.com
Al
comentarista que les habla a través de la publicación de este comentario, le
place dejar constancia ante los lectores de su apartidismo o no adscripción a ningún partido político concreto,
entre otras muchas razones, por el profundo convencimiento de que las mismas
organizaciones políticas no están de acuerdo con el sistema de partidos
políticos actual y, por, otra parte, por entender que, de ese modo, puede
expresarse con mayor independencia y más libertad, así como sin
posicionamientos preestablecidos ni premisas ideológicas que condicionen su
pensamiento y criterio. Pero aclarando que ser apartidista no significa, en modo alguno, estar inmerso e instalado
en un apoliticismo acrítico, toda vez que uno de sus cometidos es
realizar análisis críticos, hacer
evaluaciones y emitir opiniones ponderadas y juiciosas sobre acontecimientos políticos y sociales de ámbito nacional e internacional.
En los comicios pasados, los electores votaron y desempeñaron su cometido cívico/político, pero los actuales dirigentes y sus partidos cosecharon un histórico y estrepitoso fracaso por no cumplir con su deber de canalizar el voto del electorado hacia la conformación de un gobierno estable, fuerte y duradero, imprescindible en este mundo globalizado, en cuyo contexto sólo se puede competir defendiendo los principios de libertad y eficiencia económica.
Las formaciones políticas, volverán a cobrar una sustanciosa cantidad- en torno a 21.000 euros por escaño- tras el 26-J. Y este hecho contribuye a acrecentar el malestar del contribuyente por lo que supone de despilfarro de fondos públicos, hecho éste que resulta todavía más aborrecible si se contempla, como es el caso, en el contexto de la campaña de la declaración de la renta y en el de que los votados y elegidos el 20-D podían haber evitado este nuevo proceso electoral, anteponiendo los intereses del pueblo a los personales y de partido. En cualquier caso, y dado que los españoles se vieron abocados a esta situación por las torpezas y egolatrías de los dirigentes políticos, éstos y sus partidos debieran de renunciar a percibir emolumento alguno por la repetición de las elecciones.
Ellos, los partidos políticos y sus dirigentes, fueron quienes hicieron una acomodaticia y aviesa interpretación de los resultados electorales de los comicios anteriores, manipulándolos de manera burda e interesada y viciando antidemocráticamente la voluntad de los ciudadanos. Sólo falta que, por encima, ahora unos y otros, hagan su agosto el próximo junio, y esto, porque este nuevo proceso electoral reporta pingües beneficios para las arcas de los partidos y los bolsillos de los candidatos electos, teniendo en cuenta, además, que el estrepitoso fracaso que supuso la falta de consensos y acuerdos que facilitasen la creación de un gobierno digno en España, es atribuible en exclusiva a los mismos partidos políticos.
La cuestión es que después del teatrillo, farsa, pantomima y ópera bufa que montaron y escenificaron los partidos políticos y sus dirigentes a lo largo de los últimos cuatro meses, la inmensa mayoría de los hipotéticos votantes del día 26-J sabe perfectamente y de antemano a qué partido y candidato van a dar su apoyo, al margen de la protocolaria campaña electoral, que acaba de ponerse en marcha. Cabe aventurar que muy pocos españoles van a cambiar su voto por influencia de las soflamas y promesas de unos dirigentes políticos mediocres y desacreditados desde el punto de vista intelectual y sociológico. En síntesis, que, si la normativa electoral vigente y de aplicación lo permitiese, la ciudadanía en general podía acudir a las urnas sin más prolegómenos propagandísticos, proposiciones voluntaristas ni nuevas o reiteradas promesas populistas, que, a priori, el elector las considera incumplidas cuando se hacen. Y todo ello, en la seguridad de que el resultado electoral sería prácticamente el mismo.
Punto y aparte merece el tema del soporífero y tedioso discurso del cambio, preconizado por los nuevos partidos políticos. A propósito del cual, este comentarista entiende como paradójico, contradictorio, incongruente y absurdo catalogar como tal sólo al canje y/o remoción de personas y equipos, sin priorizar la modificación de los modos de prestar un servicio público de forma honesta, equitativa y eficaz, por lo que no se puede llamar con propiedad cambio político, sociocultural y económico a lo que está ocurriendo en algunas partes del Estado Español, como, por ejemplo, en Navarra donde cada día es más inquietante la fuga de empresas, el infierno fiscal y el aumento del paro. Navarra se está convirtiendo en todo un referente de lo que no hay que hacer en materia fiscal, empresarial y laboral. Y, por encima, algunos medios de comunicación publican la obscena afirmación de la presidenta de Navarra, que, para justificar un caso de nepotismo en la persona de un familiar, declara que en esa Autonomía no se cometan irregularidades de ningún tipo, sosteniendo, además, que su ejecutivo sólo contrata con profesionales de acreditada solvencia, algo que su hermano cumple.
Concluida
con más pena que gloria la legislatura más breve de la etapa democrática española, este comentarista ofrece a los
lectores una reflexión sobre determinados aspectos del fallido intento por
parte de los actuales dirigentes políticos españoles de dar forma democrática
al voto que los electores depositaron en las urnas el 20-D del pasado año 2015.
A juicio del autor, salta a la vista que, los cuatro pseudolíderes políticos
actuaron, y algunos sobreactuaron, con más
torpeza e ineptitud dialogante y negociadora que inteligencia política
para buscar y formalizar unos pactos de gobernabilidad basados en la
coherencia, el sentido común y la racionalidad. De modo que puede afirmarse que
su fracaso al respecto fue verdaderamente antológico y la incapacidad para
construir un gobierno que propiciase la continuidad de la reactivación
económica, la creación de empleo y la regeneración de las instituciones del
Estado, les deslegitima para abanderar los nuevos proyectos de progreso,
desarrollo y fortalecimiento socioeconómico e institucional que necesita este
país.
A lo
largo del tiempo que transcurrió desde las pasadas elecciones, fueron
descomunales los errores cometidos, sobre todo, por los artífices y actores de
la denominada nueva política por algunos medios de comunicación, porque para
otros, sus postulados y propuestas son más viejos o antiguos que los de la
vieja casta política. Además, estos salvadores de una patria chica y defensores
de un patrioterismo extravagante, populista, antojadizo y paranoico, ya se han
convertido en casta excluyente y en protagonistas de las peores prácticas de un
sistema supuestamente corrupto, como el español, así tachado y denunciado por
ellos antes de saborear las mieles del poder. Asombra observar la facilidad y
rapidez de su grado de integración. Según reza el dicho popular, habría que
concluir que se trata de los mismos perros aunque con distintos collares.
Los
desafueros cometidos por estos emergidos de demagógicas falacias y cautivadoras
utopías, coinciden en que son egocéntricos, soberbios, sectarios,
altaneros y autoritarios, con
clara tendencia totalitaria y también concuerdan, algunos, no todos, en que
subvirtieron en muchos aspectos la esencia de la propia democracia y
antepusieron los intereses personales y de partido a los generales de España.
Quedó meridianamente demostrado que el bien particular primó a todas luces
sobre el común de los ciudadanos españoles. Por lo que es de esperar que los
electores hayan tomado buena nota de la ineficiente capacidad de estos
dirigentes políticos para formar un gobierno fuerte, estable y plenamente democrático, dejando previamente de
lado líneas rojas absurdas, exclusiones
anacrónicas, cordones sanitarios y vetos antidemocráticos.
Que el
pueblo es soberano en democracia, se proclama
como una verdad incuestionable, pero, en cambio, no es así con respecto a la
afirmación de que también sea sabio, ya que ésta, a criterio del autor, es una
cuestión discutible y opinable. Los
electores, al emitir su voto, se pueden equivocar y, en ese caso, tienen
que asumir las consecuencias derivadas de haber elegido mal a sus representantes públicos. La verdadera
política deben de hacerla los propios ciudadanos, de modo que tendrá tacha
democrática quien considere el acto de votar sólo como un derecho y no como una
imperiosa obligación.En los comicios pasados, los electores votaron y desempeñaron su cometido cívico/político, pero los actuales dirigentes y sus partidos cosecharon un histórico y estrepitoso fracaso por no cumplir con su deber de canalizar el voto del electorado hacia la conformación de un gobierno estable, fuerte y duradero, imprescindible en este mundo globalizado, en cuyo contexto sólo se puede competir defendiendo los principios de libertad y eficiencia económica.
Pero la
penosa realidad fue y es que no estuvieron a la altura de la nueva situación política pluripartidista, creada tras el 20-D de
2015, tal vez condicionados por la inercia del ya histórico bipartidismo. No
dieron la talla en cuanto a la correcta interpretación democrática del sentido
y orientación de los votos emitidos por los electores en la pasada cita con las
urnas, frustrando las expectativas y
truncando las ilusiones de la mayoría de ciudadanos españoles. Al respecto, hay que señalar que, para una
parte considerable de personas, la actitud de estos dirigentes, especialmente
la de los partidos emergentes, constituyó un decepcionante fracaso y una
muestra de su inmadurez política. Asimismo, se evidenció la falta de líderes carismáticos y estadistas con
visión de futuro y proyectos que entusiasmen e ilusionen a una sociedad
moralmente hundida por las torpes actuaciones de un número muy elevado de sus
representantes públicos.
Y la
desafección ciudadana, se produjo porque ni los electos ni las organizaciones
políticas fueron capaces de articular un plan de gobernabilidad fuerte y
estable en torno al PP y al PSOE, centro derecha y centro izquierda, para sacar
adelante un país tan bloqueado en estos momentos, como el español. Huelga
resaltar que la gente sueña con una democracia sin muros, vetos ni
discriminaciones ideológicas y rechaza cualquier otro modelo que sea excluyente
y no integrador e inclusivo. Por otra parte, los partidos que se presentaron en
el escenario electoral como los adalides de una nueva política, encaminada a
regenerar la vida pública española y como los artífices del cambio hacia nuevas
formas de expresión democrática, resultaron ser un fiasco porque sus modos de
operar no difieren en absoluto de los de la vieja casta política que tanto
denostaron.Las formaciones políticas, volverán a cobrar una sustanciosa cantidad- en torno a 21.000 euros por escaño- tras el 26-J. Y este hecho contribuye a acrecentar el malestar del contribuyente por lo que supone de despilfarro de fondos públicos, hecho éste que resulta todavía más aborrecible si se contempla, como es el caso, en el contexto de la campaña de la declaración de la renta y en el de que los votados y elegidos el 20-D podían haber evitado este nuevo proceso electoral, anteponiendo los intereses del pueblo a los personales y de partido. En cualquier caso, y dado que los españoles se vieron abocados a esta situación por las torpezas y egolatrías de los dirigentes políticos, éstos y sus partidos debieran de renunciar a percibir emolumento alguno por la repetición de las elecciones.
Ellos, los partidos políticos y sus dirigentes, fueron quienes hicieron una acomodaticia y aviesa interpretación de los resultados electorales de los comicios anteriores, manipulándolos de manera burda e interesada y viciando antidemocráticamente la voluntad de los ciudadanos. Sólo falta que, por encima, ahora unos y otros, hagan su agosto el próximo junio, y esto, porque este nuevo proceso electoral reporta pingües beneficios para las arcas de los partidos y los bolsillos de los candidatos electos, teniendo en cuenta, además, que el estrepitoso fracaso que supuso la falta de consensos y acuerdos que facilitasen la creación de un gobierno digno en España, es atribuible en exclusiva a los mismos partidos políticos.
La cuestión es que después del teatrillo, farsa, pantomima y ópera bufa que montaron y escenificaron los partidos políticos y sus dirigentes a lo largo de los últimos cuatro meses, la inmensa mayoría de los hipotéticos votantes del día 26-J sabe perfectamente y de antemano a qué partido y candidato van a dar su apoyo, al margen de la protocolaria campaña electoral, que acaba de ponerse en marcha. Cabe aventurar que muy pocos españoles van a cambiar su voto por influencia de las soflamas y promesas de unos dirigentes políticos mediocres y desacreditados desde el punto de vista intelectual y sociológico. En síntesis, que, si la normativa electoral vigente y de aplicación lo permitiese, la ciudadanía en general podía acudir a las urnas sin más prolegómenos propagandísticos, proposiciones voluntaristas ni nuevas o reiteradas promesas populistas, que, a priori, el elector las considera incumplidas cuando se hacen. Y todo ello, en la seguridad de que el resultado electoral sería prácticamente el mismo.
Punto y aparte merece el tema del soporífero y tedioso discurso del cambio, preconizado por los nuevos partidos políticos. A propósito del cual, este comentarista entiende como paradójico, contradictorio, incongruente y absurdo catalogar como tal sólo al canje y/o remoción de personas y equipos, sin priorizar la modificación de los modos de prestar un servicio público de forma honesta, equitativa y eficaz, por lo que no se puede llamar con propiedad cambio político, sociocultural y económico a lo que está ocurriendo en algunas partes del Estado Español, como, por ejemplo, en Navarra donde cada día es más inquietante la fuga de empresas, el infierno fiscal y el aumento del paro. Navarra se está convirtiendo en todo un referente de lo que no hay que hacer en materia fiscal, empresarial y laboral. Y, por encima, algunos medios de comunicación publican la obscena afirmación de la presidenta de Navarra, que, para justificar un caso de nepotismo en la persona de un familiar, declara que en esa Autonomía no se cometan irregularidades de ningún tipo, sosteniendo, además, que su ejecutivo sólo contrata con profesionales de acreditada solvencia, algo que su hermano cumple.
Las denominadas
confluencias de Podemos, no siempre, ni todas, coinciden ideológicamente al
cien por ciento. Y a propósito de la corrupción, hay que dejar bien claro y
sentado que no todos los partidos políticos españoles y todos sus representantes son frívolos o
corruptos, pero sí se puede decir que el
sistema democrático en su conjunto necesita ser revisado con criterios
regeneracionistas. En España, los partidos y sus dirigentes estuvieron unos
cuatro meses instalados en el esperpento político. Los avezados lectores,
coinciden con toda seguridad en afirmar que durante la crisis la desigualdad
experimentó un fuerte incremento y que las verdaderas causas fueron
multifactoriales, siendo una de ellas la caída de ingresos en todos los grupos
de renta. Pero, hay que poner de manifiesto y resaltar que el deterioro del
mercado laboral fue, sin lugar a dudas, la principal.
Este fenómeno suele ponerse en relación directa con la acumulación de la
riqueza en unos pocos a costa del empobrecimiento de muchos, cuestión
sociológica que mermó de manera significativa e importante la clase media,
pérdida que se puede estimar en torno a unos tres millones de personas durante
la crisis.
Hasta tal
punto fue así, que prácticamente ha desaparecido el segmento social de la clase
media o, al menos, hay que admitir que fue duramente castigada y desvastada por
la misma. Por tal motivo, la sociedad quedó fracturada o dividida entre ricos y
pobres, y con un número ínfimo de ricos frente al muy elevado de pobres.
Riqueza y pobreza enmarcando los dos polos de esta sociedad, fuertemente sacudida por la
corrupción y profundamente desequilibrada por la aplicación de políticas
sociales impropias y de reducida de cobertura. Lo aseverado anteriormente,
resulta compatible con la teoría de quienes defienden que la caída de ingresos
ha sido generalizada desde los comienzos de la crisis padecida. No obstante, este
analista sostiene que tal tesis no contradice en modo alguno lo que se acaba de
comentar sobre el aumento escandaloso de la desigualdad. Al respecto, debe
tomarse en consideración el estudio sobre Distribución
de la Renta, Crisis Económica y Políticas Redistributivas, publicado por la
Fundación BBVA, que, entre otros importantes temas, resalta que el paro y el aumento de la temporalidad laboral son los
principales motivos del acrecentamiento de la desigualdad.
Suele decirse que los
hechos son sagrados y las opiniones libres. Por lo demás, y en línea con el eje
temático de este artículo, no debe olvidarse que el poder y la ocasión hacen al hombre ladrón. Y asimismo, que el auge del populismo en España y en algunos otros países del
entorno europeo, así como la debilidad
de liderazgos políticos ponen en duda, y en solfa, el futuro de un proyecto
político español y europeo de progreso económico y bienestar y social. En
opinión de este analista de realidades y situaciones sociales y políticas, la pretendida creación
de un Estado europeo se convierte, por mor de los particularismos e
individualidades soberanistas de los países que la integran, en un proyecto
ilusorio y artificioso. Pero, por otro
lado, no se trata sólo de que Europa como
institución reniegue de sus raíces sino de que con su errática política
migratoria llevada a cabo de espaldas a los ciudadanos está sustituyendo la
población nativa y destruyendo la identidad del Viejo Continente como realidad
supranacional y las identidades nacionales de los Estados adheridos.
Y finalmente, en referencia a Galicia, las mareas buscan una gran confluencia contra Alberto Núñez Feijóo al amparo de Ada Colau, alcaldesa de Barcelona. En recientes fechas, se ha celebrado la primera asamblea de cara a consensuar la creación de una gran coalición que aglutine a todas las fuerzas de la izquierda para conformar una candidatura que sea capaz de derrotar en Galicia al Partido Popular, a sus políticas destructoras y poner freno a las aspiraciones del actual presidente de la Xunta de cara a los comicios autonómicos gallegos previstos para el próximo otoño.
Y finalmente, en referencia a Galicia, las mareas buscan una gran confluencia contra Alberto Núñez Feijóo al amparo de Ada Colau, alcaldesa de Barcelona. En recientes fechas, se ha celebrado la primera asamblea de cara a consensuar la creación de una gran coalición que aglutine a todas las fuerzas de la izquierda para conformar una candidatura que sea capaz de derrotar en Galicia al Partido Popular, a sus políticas destructoras y poner freno a las aspiraciones del actual presidente de la Xunta de cara a los comicios autonómicos gallegos previstos para el próximo otoño.
Por Antonio José Parafita Fraga, escritor y comentarista de temas
sociales y políticos.
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