Del Blog VERBO SUELTO del autor, cuyo enlace es verbosuelto.blogspot.com
Entre la leyenda y la historia se sitúa aquella empecinada manifestación de Galileo Galilei e pur si muove- y sin embargo se mueve-, frase que, según la tradición y algunos historiadores versados en la materia, habría pronunciado Galileo después de abjurar de la visión heliocéntrica del mundo ante el tribunal de la Santa Inquisición. Debe advertirse que la expresión y sin embargo se mueve no estuvo ni está exenta de controversia en cuanto a que fuese realmente pronunciada por el propio Galileo. Asimismo, conviene poner de relieve que desde su condición de astrónomo, matemático, físico y filósofo propició la revolución científica que tuvo lugar durante el Renacimiento, siendo considerado históricamente como uno de sus grandes exponentes y un personaje singular en el ámbito de la ciencia renacentista.
A pesar de ello, a este comentarista le parece oportuno traer a colación no sólo la citada frase sino también la egregia figura del hipotético autor de la misma, con la pretendida intencionalidad de establecer tan solo una cierta comparación entre la pertinaz actitud del citado científico y la de este sorprendente político norteamericano, ya que, no obstante los embates y fuertes campañas orquestadas para impedirlo, el trumpismo ha iniciado su andadura con la llegada a la Casa Blanca de Donald John Trump, por cierto un Presidente republicano tan desconcertante como rupturista y porfiado, capaz de alcanzar el poder contra todo pronóstico y los desfavorables vientos de muchos relevantes e influyentes medios de comunicación social norteamericanos y europeos. Es obligado destacar el hecho de que dicho objetivo lo consiguió enarbolando la bandera del populismo reinante en el escenario de la política internacional y también la de un acentuado nacionalismo de claro signo patriótico.
Y con respecto al tema, objeto de este artículo/comentario, el trumpismo, hay que reseñar con diafanidad que, desde el paroxismo progresista de la izquierda estadounidense, se pretendió evitar o al menos dificultar que Donald Trump tomase posesión como Presidente, utilizando las más diversas argucias políticas. Pero, en todo caso, esta cuestión no tuvo más recorrido mediático ni trascendencia social que la de ser una simple anécdota en la fulgurante carrera política de este personaje de temperamento recio y carácter enérgico, del que cabe afirmar sin ambages ni cortapisas que, como se está observado, a nadie deja indiferente.
Por lo demás, cabe registrar en su corta trayectoria política la coherencia entre lo anunciado en su discurso de toma de posesión como uno de sus objetivos prioritarios: luchar de manera implacable contra el terrorismo y la condena que hizo a través de su twitter, ya antes de ser Presidente, de los atentados perpetrados en Turquía, Suiza y Alemania por el terrorismo organizado. Además, lo ha hecho sin paliativos y con total firmeza. Salta a la vista que esa actitud pro-dujo un gran impacto en la comunidad internacional y supuso un considerable aldabonazo en el inicio de la proeza política de este enigmático y fascinante nuevo inquilino de la Casa Blanca.
A nadie se le escapa, a estas alturas, que el trumpismo, con Donald Trump a la cabeza, representa una verdadera rebelión sociopolítica, el comienzo de una nueva era política y la conformación de un nuevo orden mundial, al menos, diferente al anterior. Las aparentes insolencias verbales de Donald Trump, no son sino una de las características distintivas de su perfil humano y político, así como un rasgo de su vigorosa personalidad. De todos modos, el autor de este artículo entiende que la comunidad internacional está muy expectante y confiada en que, con la llegada al poder de Donald Trump, se puedan reorientar al bienestar común de los ciudadanos y de los pueblos una serie de fenómenos sociales de escasa o nula consistencia, equívocos y vagos, como el del multiculturalismo y el de la globalización. Con todo, constituiría una auténtica torpeza pensar que Trump se vaya a dejar manipular fácilmente, habida cuenta, por otra parte, de que ni es tonto ni está loco, según afirman quienes le han tratado de cerca.
Puede decirse que el recientemente despedido 2016, fue el año en que Donald Trump venció al establishment y en el que grandes sectores sociales per-seguidos por razón de sus creencias y motivos ideológico/políticos encontraron en este controvertido personaje político un esperanzador alivio, dadas las claras muestras de coraje y valentía, puestas de manifiesto al vencer la cobardía política y hacer frente a la insidiosa y persistente cristianofobia, verdadero azote para una gran parte de la comunidad cristiano/católica en distintos pun-tos del mundo occidental y también en el oriental. Por tal motivo, es de esperar que Donald Trump continúe sin desmayar la lucha contra los ataques sistemáticos al cristianismo y/o a cualquier otro grupo étnico que vea vulnerados sus derechos fundamentales.
La implicación y el compromiso del trumpismo de Donald Trump con la defensa de los derechos humanos en general y de los cristiano/católicos en particular, por el hostigamiento, la persecución, el ultrajante escarnio y las torturas que vienen padeciendo en diferentes zonas de la geografía mundial, constituye una encomiable actitud y una apreciada carta de presentación de este gran valedor del catolicismo perseguido y masacrado en muchos puntos del planeta con indescriptible crueldad. De suerte que para muchos seres humanos y, por supuesto, para estos creyentes maltratados el Presidente de los EEUU es ese líder fuerte, indiscutible y perseverante que tanto necesitan porque les inspira confianza y cuyo discurso tiene bastante analogía con el del Papa Francisco.
No cabe duda de que el trumpismo va a catapultar ese nuevo orden internacional del que tanto se habla- ya lo está haciendo-. Sin embargo, es necesario proponerse erradicar los populismos, sean de izquierdas o de derechas, de la esfera política europea y mundial. Es innegable que el trumpismo puesto en marcha, convulsiona y revoluciona las actuales estructuras políticas, sociales y económicas del sistema establecido, agita las conciencias y actúa de revulsivo de la opinión pública mundial. A mayor abundamiento y lamentablemente, hasta es probable que el trumpismo propicie y contribuya a que logren el poder en Francia, Alemania, Italia y Austria quienes son tildados de ser las alternativas ultraderechistas con trasfondo ideológico populista. En última instancia, el trumpismo que irrumpió en EEUU con la victoria del republicano Donald Trump, vino a convulsionar y a sacudir el espíritu crítico de la opinión pública mundial, instalada en el rutinario devenir de los acontecimientos.
Como colofón de este apartado, el analista quiere advertir a sus lectores que está por ver lo que pueda dar de sí la gestión de Donald Trump, tanto desde el punto de vista económico como de la política exterior. No es de extrañar que, en breve, a los estadounidenses y al mundo entero, o lo que es lo mismo, a propios y extraños, les sorprenda la eficiente y determinante acción política de este Mandatario republicano de los EEUU, que puede resultar ser ese Presidente inesperado, desconcertante, luchador contumaz, fantasioso y rupturista que consiga el establecimiento en EEUU y el resto del mundo de un orden más justo y estable, tal y como se ha insinuado al comienzo de este Artículo sobre la nueva era política marcada por el trumpismo de Donald Trump. El tiempo lo dirá, así que tiempo al tiempo.
Por Antonio José Parafita Fraga, escritor y comentarista de temas sociales y políticos.
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