DIRIGENTES POLÍTICOS POCO PATRIÓTICOS, MEDIOCRES, CERRILES,
MEZQUINOS E IRRESPONSABLES. MÍSERA E IRRISORIA POLÍTICA PACTISTA TRAS EL
26/06/16.
INCULTURA POLÍTICA DEL PACTO Y PATOLOGÍA DEMOCRÁTICA DEL “NO” A
LOS INTERESES GENERALES DEL PUEBLO ESPAÑOL.
Por Antonio José Parafita Fraga, escritor y
comentarista de temas sociales y políticos.
Del Blog VERBO
SUELTO del autor, cuyo enlace es
verbosuelto.blogspot.com
Es evidente que en España la mayoría de los políticos electos
ostenta un aceptable grado de preparación cultural, principios éticos y valores
democráticos. Dicho sea como matización del titular del presente artículo, en
cuanto a que el autor del mismo en modo alguno pretende hacer extensivos dichos
calificativos a todos los dirigentes de la clase política española, sino más
bien a aquellos que recibieron de sus partidos políticos y de los electores el
encargo democrático de poner en marcha el proceso de investidura de un candidato
electo propuesto por el Rey. Apuntado lo
cual, este comentarista continúa con su particular reflexión, aseverando que,
no obstante la anterior salvedad, saltan a la vista las pretensiones de algunos
dirigentes de Podemos y Ciudadanos de absorber al PSOE, en el primer caso, y al
PP, en el segundo. Es cierto que estamos ante dos formaciones políticas
emergentes y nuevas, cuyo objetivo primigenio fue el de regenerar la vida
política española, contaminada por prácticas corruptas llevadas a cabo dentro o
en el entorno de los viejos partidos políticos.
En principio,
los dirigentes de la nueva política no planteaban ocupar de manera excluyente y
exclusiva los espacios políticos de centro izquierda y centro derecha, pero los
hechos han venido a demostrar y confirmar que lo realmente emergente y novedoso
con respecto a los dos mesiánicos personajes, Pablo Iglesias y Albert Rivera,
fue que ambos se han convertido al ideario de la denigrada vieja casta política
y que, en un corto espacio de tiempo, sus actitudes y comportamientos pusieron
de manifiesto que la desmesurada ambición política de estos dirigentes de la nueva ola no se diferenciaba en demasía
de la de los anteriores o antigua. De
suerte que, políticamente hablando, se les puede aplicar el clásico aforismo: "nihil novum sub sole", a saber, "nada nuevo bajo el sol", y/o las
proverbiales máximas populares:"mucho
ruido y pocas nueces" o también la de: "son los mismos perros con distintos collares".
Concluida con
más pena que gloria la legislatura más breve de la etapa democrática española,
este comentarista ofrece a los lectores una reflexión sobre determinados
aspectos de aquel fallido intento de los
actuales dirigentes políticos españoles, en cuanto a dar forma democrática al
voto que los electores habían depositado en las urnas el 20-D del pasado año
2015. A juicio del autor, los pseudolíderes
políticos españoles actuaron, y algunos sobreactuaron, con más torpeza e
ineptitud dialogante y negociadora que inteligencia política para buscar y
formalizar unos pactos de investidura y gobernabilidad basados en la
coherencia, el sentido común, la racionalidad y los intereses generales de la
sociedad española.
No fue así,
porque a lo largo de los meses siguientes al 20-D los dirigentes políticos
electos y sus partidos se preocuparon más de negociar y defender los intereses
partidistas y las posiciones personales que las necesidades perentorias del
pueblo en su conjunto. De modo que puede afirmarse que su fracaso al respecto
fue verdaderamente antológico, y su manifiesta incapacidad para constituir un
gobierno que propiciase la continuidad de la reactivación económica, la
creación de empleo y la regeneración de las instituciones del Estado, les dejó
deslegitimados para abanderar los nuevos proyectos de progreso, desarrollo y fortalecimiento
socioeconómico e institucional que necesita este país.
Los desafueros
cometidos por los políticos emergidos de demagógicas falacias y cautivadoras
utopías, resaltan su condición de dirigentes de nuevo cuño egocéntricos, soberbios,
sectarios, altaneros y
autoritarios, con clara tendencia totalitaria, y también concuerdan,
algunos, no todos, en que subvirtieron, y siguen subvirtiendo en muchos
aspectos, la esencia de la propia
democracia, anteponiendo, como ya se ha dicho, los intereses personales y de
partido a los generales de España. Por ello, a la mayoría de los ciudadanos les
quedó meridianamente claro que el bien particular primó a todas luces sobre el
común del pueblo soberano que les votó. Así fue por lo que los electores tomaron buena nota el 26 de Junio del
presente año 2016 de la falta de sentido de estado y patriotismo de estos
dirigentes políticos, así como de su ineficiente capacidad para conformar un gobierno fuerte, estable y plenamente democrático, dejando de lado líneas rojas
absurdas, exclusiones anacrónicas, cordones sanitarios y vetos
antidemocráticos.
En los comicios
del pasado 26 de Junio, los electores volvieron a las urnas a depositar su voto
y a cumplir con el deber cívico/político de participación democrática, pero de
nuevo los dirigentes políticos y sus partidos, que ya habían cosechado un
histórico y estrepitoso fracaso por no haber sido capaces de cumplir el mandato
electoral de canalizar el voto del electorado hacia la formación de un gobierno
estable, fuerte y duradero, imprescindible en este mundo globalizado, en cuyo
contexto sólo se puede competir defendiendo los principios de libertad y
eficiencia económica. Y, por lo que se percibe, estos mismos dirigentes
políticos, a día de hoy, siguen dando muestras de no haber entendido ni
interpretado correctamente el principio básico de la democracia, que es el voto
de los ciudadanos. De ahí que se les
pueda tachar desde el punto de vista político, salvando las honrosas
excepciones, que ciertamente las hay, de dirigentes mediocres, cerriles,
mezquinos, torpes, irresponsables y con escaso sentido patriótico y de hombres
de estado.
Pero la penosa
realidad fue y es que entonces como ahora los dirigentes políticos de este
país, no estuvieron a la altura de la
nueva situación política pluripartidista, creada tras el 20-D de 2015 y el
26-J de 2016. Por eso, el comentarista reitera que éstos que no dieron ni están
dando la talla ni como líderes estadistas ni tan siquiera como demócratas
convencidos, toda vez que hicieron caso omiso de los resultados electorales,
glosándolos a su modo y según los
intereses personales y las ventajas de los correspondientes partidos
políticos, frustrando, de esta manera, expectativas y truncando ilusiones de una
gran mayoría de ciudadanos españoles. Es de señalar que, para una parte
considerable de personas, la actitud de estos dirigentes, especialmente la de
los partidos emergentes, constituyó un decepcionante fiasco y una muestra de su
inmadurez política. Asimismo, se evidenció la ausencia de líderes carismáticos y,
como se acaba de apuntar, la inexistencia de
unos estadistas con visión de
futuro, capaces de entusiasmar e ilusionar a esta sociedad moralmente
hundida, debido a la concatenación de causas multifactoriales.
El fenómeno
sociológico de la desafección ciudadana de la clase política fue aumentando de
manera progresiva, porque ni los dirigentes políticos electos ni sus
organizaciones supieron buscar fórmulas orientadas a articular el necesario y
anhelado plan de gobernabilidad en torno al PP y al PSOE, centro derecha y
centro izquierda, con la finalidad de sacar adelante un país tan bloqueado y en
situación de crucial emergencia como el español en la actual coyuntura
política, económica y social. Es un hecho
fácilmente constatable que la gente sueña con una democracia sin muros, vetos
ni discriminaciones ideológicas, como también lo es que rechaza cualquier otro
modelo que sea excluyente y no integrador e inclusivo. Por otra parte, los
partidos que se presentaron en el escenario electoral como los adalides de una
nueva política, encaminada a regenerar la vida pública española y como los
impulsores del cambio hacia nuevas formas de expresión democrática y gestión
política, resultaron ser un estrepitoso fracaso, porque sus modos de operar no
difirieron ni difieren en absoluto de los de la vieja casta que ellos mismos
han denostado con tan vehemente
testarudez.
Suele decirse que los hechos son sagrados y las opiniones libres. Y también debe
tenerse en cuenta que el poder y la
ocasión hacen al hombre ladrón. Por lo demás, tampoco puede ignorarse la
realidad de que el auge del populismo en España y en
algunos otros países del entorno europeo, tiene su origen en la inexistencia o debilidad de liderazgos
políticos, habida cuenta de que así se pone en duda y solfa el futuro de un
proyecto político español y europeo de progreso económico y bienestar social.
En opinión de este analista, la pretendida creación de un Estado europeo se
convierte, por mor de los particularismos e individualidades soberanistas de
los países que la integran, en algo ilusorio y utópico. Bien entendido que no
se trata sólo de que Europa, como institución, reniegue de sus raíces sino de
que, con su errática política migratoria, llevada a cabo de espaldas a los
ciudadanos, no sólo está sustituyendo la población nativa y/o autóctona, sino
también destruyendo la identidad del Viejo Continente como realidad
supranacional y demoliendo las peculiaridades nacionales de los Estados
adheridos.
Como colofón a
este comentario, y para que el lector pueda disponer de una serie de elementos
de juicio que le permitan realizar su propia valoración sobre la compleja y
delicada situación política, económica, cultural y social por la que atraviesa
España en estos históricos momentos, se le ofrecen a continuación algunas
muestras esclarecedoras de las múltiples incoherencias, flagrantes
contradicciones, sorprendentes descoordinaciones, expectativas frustradas y
confusiones generadas, protagonizadas por determinados dirigentes políticos
españoles, nuevos y viejos. Así, a modo de ejemplos, y según informes publicados por en distintos medios de
comunicación, muchos católicos votan más al PSOE, de izquierda, que a
Ciudadanos, de centro derecha.
Y, en otro orden
de cosas y con relación a los principales dirigentes políticos, que no líderes,
hay que resaltar que muchos ciudadanos critican y rechazan detestan la aparente chulería
infantiloide de Albert Rivera; los caprichosos personalismos y las puerilidades sinuosas
político/partidistas de Pedro Sánchez; las arrogantes y despectivas expresiones de Pablo
Iglesias y la falta de arrojo político, así como la cachazuda y flemática actitud de Mariano
Rajoy. Pero, sin
embargo, con respecto al Presidente en funciones, debe señalarse que
se siente impelido y animado a llevar la batuta y marcar el ritmo, como
protagonista, del rigodón político que vienen ejecutando, de modo muy patoso y forma descompasada, él, Albert Rivera y
Pedro Sánchez. No obstante, lo importante es que al final de la escenificación
de esta melodramática danza o contradanza el país pueda disponer de un gobierno
que garantice su estabilidad y desarrollo.
No se entiende por qué la izquierda se muestra reticente a la hora de condenar el ataque a dos iglesias en Galicia. Y, en este sentido, sorprende que los mismos partidos que firmaron un manifiesto contra la islamofobia rechazan una moción para condenar la quema de la Iglesia de Sedes y la Capilla de Placente, en Narón, A Coruña. En lo concerniente a la política de pactos, la ciudadanía está viendo cómo es el PP, centro derecha, la formación política que está adoptando una actitud dialogante y de cambios importantes, sin vetos, líneas rojas ni cordones sanitarios de claro signo antidemocrático. Pero, aún en el contexto del tolerante respeto a la pluralidad de formas y modos de expresión social y política, no se produce una especial convulsión por el hecho de que todos los españoles paguen los 50.000 condones de Podemos y los suculentos sueldos de los mediocres e inoperantes dirigentes políticos electos. Ni tampoco, porque Francina Armengol, Jefa del Consell de Baleares, y Miguel Iceta, secretario general del PSC, pretendan hacer descansar la gobernabilidad del país sobre los independentistas.
No se entiende por qué la izquierda se muestra reticente a la hora de condenar el ataque a dos iglesias en Galicia. Y, en este sentido, sorprende que los mismos partidos que firmaron un manifiesto contra la islamofobia rechazan una moción para condenar la quema de la Iglesia de Sedes y la Capilla de Placente, en Narón, A Coruña. En lo concerniente a la política de pactos, la ciudadanía está viendo cómo es el PP, centro derecha, la formación política que está adoptando una actitud dialogante y de cambios importantes, sin vetos, líneas rojas ni cordones sanitarios de claro signo antidemocrático. Pero, aún en el contexto del tolerante respeto a la pluralidad de formas y modos de expresión social y política, no se produce una especial convulsión por el hecho de que todos los españoles paguen los 50.000 condones de Podemos y los suculentos sueldos de los mediocres e inoperantes dirigentes políticos electos. Ni tampoco, porque Francina Armengol, Jefa del Consell de Baleares, y Miguel Iceta, secretario general del PSC, pretendan hacer descansar la gobernabilidad del país sobre los independentistas.
Las
trivialidades de signo infantiloide de un buen número de dirigentes políticos
españoles, estuvieron en el origen, como concausa, de sus comportamientos
autoritarios. Asimismo, y a modo de síntesis, en este artículo se pone de
relieve el sentir nostálgico de muchos ciudadanos con respecto a la
desaparición del bipartidismo de la escena político/democrática española por
los daños colaterales que de tal hecho se derivan, uno de los cuales es el que
actualmente está generando malestar y sombras en la convivencia social, a la vez
que confusión política, como es el pluripartidismo, llegado a España de la mano
de Podemos y Ciudadanos. Por éstas y otras razones, fueron apareciendo en este
país una especie de satrapías político/partidistas, regentadas y dirigidas por
unos auténticos sátrapas de la política española, artífices de lo que puede
reseñarse con el nombre de babelismo político español.
Que los
políticos y sus respectivas formaciones están perdiendo credibilidad a pasos
agigantados, es una realidad incontestable. Por otra parte, resulta evidente
que en España está habiendo una crisis política que puede culminar en crisis
del sistema político español, si no se produce una reacción a tiempo por parte
de aquellos a quienes competa y corresponda. Finalmente, los ciudadanos con su voto
deben corregir y poner coto a los constantes e insufribles devaneos políticos
de los dirigentes emergentes y a sus fanfarrias y fanfarronadas de índole demagógica y
populista. En la actual situación de emergencia social, económica y política,
los dirigentes políticos, en este frenético intento de constituir un gobierno
fuerte y estable en España, no pueden eludir la corresponsabilidad de facilitar
la investidura del candidato oficial, propuesto por el Rey, sino que deben de
contribuir a la gobernabilidad del país, a los efectos de dar continuidad a la
recuperación económica, la creación de empleo y potenciar el Estado del
bienestar.
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