lunes, 29 de febrero de 2016

EL MIRLO BLANCO POLÍTICO ESPAÑOL, ENJAULADO Y SIN ALPISTE.



Por Antonio José Parafita Fraga, escritor y comentarista de temas sociales y políticos.

 Del Blog VERBO SUELTO del autor, cuyo enlace o link es: verbosuelto.blogspot.com


Quien buen amigo halló, con un mirlo blanco topó. El mirlo negro es común, el mirlo blanco es mucho más raro o escaso, tal vez por ese motivo representa y simboliza lo que es excepcional. El refranero, siempre recurrente, tiene, con respecto a este bello animal y en el contexto de la avifauna europea, muchas y curiosas acepciones. Por cierto, todas ellas se refieren a su escasez y singularidad. Este comentarista de temas sociales y políticas en distintos medios de comunicación, al elaborar esta reflexión/comentario sobre el perfil de los políticos que ocupan la escena pública española en este momento especial de la historia de España, y del ya prolongado período de tiempo democrático, quiere advertir que, para ello, ha recurrido, como suele ser habitual, a las gráficas figuras literarias de la metáfora, la ironía y la parodia, a los efectos de poder enfatizar mejor algunos aspectos de esta clase o casta política, como, por ejemplo, su mediocridad, incompetencia y considerable grado de torpeza, expresados en algunas propuestas recientes.
 
Se impone dejar constancia de que, con frecuencia, éstos, en sus formas de actuar, no son más que un fiel reflejo de su patetismo sociopolítico y una parodia de sí mismos. Y lo que todavía es peor, en la política española no sólo es patente la falta de un mirlo blanco con carisma, sino también, y de modo similar, la de líderes indiscutibles con capacidad de encarnar la buena gestión de los intereses generales de todos los españoles y de hombres políticos que tengan sentido de estado y autoridad moral para regenerar la periclitada democracia española, recuperar la credibilidad de la ciudadanía en la actividad de los políticos, reactivar la economía, impulsar la creación de empleo y el bienestar social, defender con firmeza la unidad territorial del Estado español,  plantarle cara al nacionalismo independista, frenándolo mediante la exigencia del cumplimiento del ordenamiento jurídico actualmente vigente y preservar la indisoluble soberanía de todo el pueblo español, así como la igualdad del conjunto de los ciudadanos de España.
 
Pero, a quien el título de este artículo le haya suscitado la curiosidad y sugerido algo especial, se le aconseja que siga leyendo, y tal vez pueda aproximarse un poco más a la realidad situacional política, económica, cultural y social de España a través de estas simples pinceladas descriptivas. Pues, a propósito de lo dicho, es importante no perder el hilo conductor de la presente reflexión, valorando los distintos aspectos o apartados de la misma. Así, hay que analizar con detenimiento el hecho de que en las sociedades abiertas, libres y democráticamente organizadas, cobra especial relevancia el que todos los ciudadanos, sin distinción alguna, puedan opinar con libertad sobre temas tan variados como los que ofrece la dinámica de la propia existencia en las comunidades humanas y el guion de la cotidiana convivencia de los ciudadanos. Ahora bien, no deben olvidarse las opiniones vertidas por los expertos sobre cuestiones concretas y específicas ni dejar de lado la trilogía de aforismos consagrados por el derecho romano, dado que pasaron a ser tres consignas del deber jurídico: alterum non laedere; honeste vivere et  suum cuique, a saber, no dañar los intereses ajenos; vivir lo más honestamente posible y dar a cada uno lo suyo.
 
Tampoco es tanto pedir en un Estado de Derecho y una sociedad plural, democrática y libre. Es verdad que las opiniones son libres, pero también lo es que los hechos son con harta frecuencia tozudos, la verdad relativa y la realidad poliédrica, y esto, con la finalidad de evitar todo planteamiento de índole dogmática, eliminando, de paso, actitudes y posicionamientos teóricos y prácticos de carácter fundamentalista y totalitarios, sobre todo, en este contexto socio/político del primer tercio del siglo XXI. Además, señalando que la gente, a día doy, y pese a las apariencias, se interesa por la lectura y, además, se ejercita en su  derecho a discrepar, contraopinando y contraponiendo, lo que, en buena medida, constituye la verdadera razón de ser tanto de los escritores, haciendo sus análisis de diversa temática, como de los lectores, que someten al tamiz de la crítica las publicaciones  de aquéllos.
 
Siempre que se ponen en marcha procesos electorales de diferente alcance, la mayoría de los políticos agudizan el ingenio para acertar con personas, medios, métodos y fórmulas técnicas, entre extraordinarias y mágicas, que les permitan ganar al adversario o, al menos, acortar distancias porcentuales en las preferencias partidistas de los votantes. Algo parecido ocurre en otros ámbitos vitales y de convivencia de los individuos y pueblos. Tal intencionalidad y pretensión está asociada y estrechamente relacionada con el deseo de presentar ante la opinión pública personas de un  marchamo y perfil relevantes, capaces de aglutinar y concitar voluntades: serían los míticos mirlos blancos como metáfora de la esfera política. Y sobre el particular, la ornitología universal permite hablar de una variada tipología de mirlos residentes o migratorios, según la latitud geográfica, habida cuenta de que el mirlo se distribuye por países de Europa, Asia y África del Norte, y que también fue introducido en Australia, Nueva Zelanda y América del Sur. Existen varias subespecies de mirlos en su amplia área de expansión, de suerte que algunos estudiosos de estas aves africanas las denominan con toda propiedad especies.
 
El mirloblanquismo como metáfora político/electoral, pues, viene a ser como la creencia, elevada a la categoría de axioma, según la cual ciertos personajes están dotados de unas aptitudes y cualidades personales-carismas o gracias-tan especiales que pueden influir en la conciencia individual y colectiva en el orden moral de las decisiones de manera poco menos que irresistible, actuando en la vertiente volitiva de los sujetos y produciendo una auténtica perturbación en sus parámetros y referencias.
 
Oficialmente, el mirlo blanco o los mirlos blancos están muy cerca de los llamados líderes sociales y políticos carismáticos. La autoridad moral, social y política de éstos se debe al prestigio personal y a la singular capacidad de persuadir a sus seguidores, generándose en ellos una suerte de autoconfianza, así como también de incondicional ofrecimiento y disponibilidad  de obediencia, casi religiosa. Éstos, los supuestos líderes especiales, ejercen su influencia en las áreas de la ejecución, satisfacción y ajuste personal. En idénticos términos se producen los efectos de los denominados mirlos blancos políticos distinguidos y seductores.
 
Al comentarista le place presentar al entrañable lector la siguiente clasificación o división del mirloblanquismo en general: el mirloblanquismo transaccional, basado en un intercambio interesado que se mantiene mientras dura la necesidad; el mirloblanquismo transformacional, que surge o nace de un compromiso de actuación conjunta, con el fin de conseguir mayores cotas de motivación y moralidad, y el mirloblanquismo o liderazgo logrado o frustrado, que depende del modo y grado en que éste haya podido ser o no referente o modelo para el conjunto de los miembros de la sociedad.

 
Las funciones que debe desempeñar el mirlo blanco político, son, entre otras: promover los planes del grupo; marcar el ritmo de las actividades; establecer un clima de seguridad y actuar con cierto desinterés. Cuestión importante es determinar si al referido mirlo blanco compete también precisar los objetivos y metas del colectivo social, así como diseñar y proporcionar los medios adecuados para su consecución. De igual modo, conviene precisar si es competencia suya: mantener la estructura del grupo; favorecer las relaciones interpersonales; lograr un buen nivel de cohesión; propiciar la satisfacción de necesidades; potenciar el rendimiento de todos los integrantes; evitar tensiones y conflictos y procurar la identificación de los individuos con el denominado mirlo blanco.
 
En todos los campos y ámbitos de la actividad humana, aunque de distintas formas y maneras, se buscan afanosamente estos mirlos blancos. En el mundo empresarial, se intenta acertar con ese ejecutivo capaz de darle un giro espectacular a los balances contables para la obtención de pingües beneficios. En el ámbito del deporte, qué dirigente no acaricia el sueño de encontrar al deportista que posea esa capacidad mágica de transformar fracasos o errores en aciertos y victorias. Tres cuartos de lo mismo ocurre en los ambientes y círculos culturales, artísticos y profesionales en general, pero, de modo muy destacado y particular, en el de la política.
 
Pero donde mayores entusiasmos e inquietudes, al respecto, se originan es en el aspecto de la actividad político/electoral, no existiendo responsable alguno de partidos políticos y encargados de campañas electorales a quienes el tema le haya pasado inadvertido y haya sido ajeno. Pues, todos pretenden subirse al carro del éxito, y si éste es clamoroso, tanto mejor. Para ello, otean, avizoran y arbitran medios, fórmulas, métodos y técnicas que sean sorprendentes y tengan verdadero reclamo. Y, para ello, buscan  afanosamente su mirlo blanco político.
 
Lo realmente llamativo es que en la vida política, algunos dirigentes y asesores, emplean mucho tiempo e invierten cantidades ingentes de dinero, casi siempre público, en el ejercicio del mirloblanquismo, buscando mirlos blancos capaces de hacer o conseguir que se operen los anhelados milagros político/electorales, sin perder de vista el deseo irrefrenable de que incluso se puedan producir vuelcos y sorpassos. Es de señalar que en general los dirigentes piensan más en lo primero que en optimizar los activos políticos y los medios electorales con los que ya cuentan de antemano.  Y el caso es que la experiencia resulta ser un fiel testigo de que a los mirlos blancos, con demasiada frecuencia, las plumas se le tornan negras u oscuras, con lo que algunos políticos se encuentran, debido en parte a sus torpes ingenuidades, inmersos en el mirloblanquismo frustrado.
 
En cualquier caso, estos mirlos blancos de la política española, no son precisamente pavos reales, sobre todo, si tal aseveración la situamos en el contexto del conocido dicho evangélico por sus frutos u obras los conoceréis, cita bíblica que continúa con las siguientes recomendaciones altamente positivas, como:  Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.  Por sus frutos los conoceréis. Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos.  Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Al lector, le resultará relativamente fácil interpretar este texto a la luz de lo que está aconteciendo en la vida política española.
 
Mientras los políticos electos se enredan en discusiones bizantinas sobre cuál de ellos es el auténtico mirlo blanco o sobre si uno es el mirlo blanco y los otros son los negros, los dirigentes que han recibido de los electores el encargo de gobernar y sacar adelante este país, conforme a los resultados electorales democráticos que decidieron  los ciudadanos con su voto personal, libre y secreto el pasado 20 de Diciembre de 2015, Bruselas destaca cuatro cuestiones en las que España tiene mucho camino por recorrer: deuda, pública y privada, paro, todavía por encima del 20%, y productividad, que sigue sin despegar. Cada una de ellas, tiene su matiz, pero en conjunto forman un cuadro preocupante. En el fondo, lo que hace Bruselas es lanzar un mensaje al listillo de Pedro Sánchez por querer frenar las reformas en España. 
 
Cierto que la Comisión Europea reconoce que en 2015 España creció al 3,2%, y lo celebra, aunque en el conjunto del análisis tan sólo se trata de una anécdota. El grado de desequilibrios sigue siendo elevado y su naturaleza, magnitud e interrelaciones aún hacen que España sea vulnerable a las perturbaciones. El caso es que, a fecha de hoy, el mirlo blanco político español, Secretario General del PSOE, D. Pedro Sánchez, está enjaulado y sin alpiste, o, lo que es lo mismo, sin apoyos suficientes para poder hacer su nido y cantar sus exitosos trinos en el Palacio Presidencial de la Moncloa. Está, pues, atrapado- enjaulado- y sin alpiste-apoyos- en la fantasiosa torre de su ávida ambición de poder.
 
En particular, la elevada deuda pública y privada expone al país a riesgos derivados de fluctuaciones de la confianza en el mercado, lo que constituye una rémora para la economía. La situación real española la analizaron Mariano Rajoy y Jean-Claude Juncker, este mismo mes, en Bruselas. Quien olvida la historia, está condenado a repetirla, decía Santayana. Aquí lo que hay es un gran desconocimiento del pasado. Este insólito experimento rompe con una larga tradición de confrontación que, salvo en el paréntesis de la Transición, ha anclado a nuestro país en esas dos Españas eternamente carcomidas por el rencor. El gran drama de este país no es solo Podemos y su máximo dirigente, Pablo Iglesias, sino la ofuscación sectaria del PSOE y su secretario general, Pedro Sánchez, por sus actitudes sectarias, excluyentes y profundamente antidemocráticas.
 
La falta de diálogo, el recurso a la mentira leninista como arma política, las corruptelas a diestra y siniestra, los vetos antidemocráticos, la pretensión de poner en marcha revoluciones populares en vez de reformas políticas y sociales, la exclusión y estigmatización del partido político más votado y ganador de las elecciones del proceso negociador para la conformación de un gobierno fuerte y estable, los intentos de acabar con la derecha democrática, el hostigamiento selectivo a la religión cristiano católica, el intento de eliminar los  símbolos y signos religiosos legales y legítimos, adoptar una actitud de excesiva condescendencia con los populismos de signo totalitario y con los nacionalismos secesionistas o independentistas, hurgar en las heridas del pasado, trivializar hasta la frivolidad el sistema político español,   fomentar un rancio y extemporáneo laicismo y una  exacerbada cristianofobia, pueden constituir tal amalgama de despropósitos, que signifiquen una clara absurdez democrática en estos tiempos convulsos y la aberración del funcionamiento de las instituciones democráticas del Estado Social y de Derecho, en flagrante contradicción con lo establecido y consagrado por la propia Constitución de 1978.
 
 Por Antonio José Parafita Fraga es escritor/comentarista de temas sociales y políticos.
 
Del Blog VERBO SUELTO del autor, cuyo enlace o link es: verbosuelto.blogspot.com
 
Category: Antonio José Parafita Fraga, OPINIÓN Tags: opinión

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