RECUERDO ELEGÍACO DE JOSÉ ANTONIO PARAFITA PARAFITA.
SENTIDO Y MERECIDO HOMENAJE DE RECONOCIMIENTO Y GRATITUD, TRIBUTADO AL ENTRAÑABLE JOSÉ ANTONIO, CON MOTIVO DEL PRIMER
ANIVERSARIO DE SU FALLECIMIENTO, DESDE “REMANSO”, SANTIAGO DE COMPOSTELA.
Del blog VERBO
SUELTO, de Antonio José Parafita Fraga, escritor y comentarista de temas
sociales y políticos.
El género y el
subgénero elegíaco, tanto en la poesía lírica como en la literatura
periodística o periodismo literario, tienen un contexto especial y propio, que
es el complejo mundo de los sentimientos, emociones y sensaciones, porque se
producen intensas sacudidas en el corazón de las personas y grandes turbaciones
en sus almas, como consecuencia de hechos, casi siempre inesperados, que causan
profundo dolor y tristeza, como ocurre en el caso de la muerte de una persona allegada, y que perturban sensiblemente los estados de ánimo. En tal situación anímica, se encuentra el
autor de esta composición de índole biográfica. De ahí que haya optado
por hablar del fallecido sobrino más en
términos elegíacos que en los de una simple y fría nota necrológica, dado que
esta última no aquietaría de modo razonable
nuestra emotividad alterada por el doloroso suceso, del
que más adelante se hará una mención más detallada.
Y ello, además, porque José Antonio merece esta sentida elegía como expresión más profunda de la pena y angustia que embargan hasta la aflicción el interior de quien la escribe con el máximo afecto. El tremendo impacto recibido rompe la empática cercanía física, que surgió no sólo de una larga trayectoria vital de experiencias participadas, sino también de la singular, cálida y recíproca capacidad de sintonía entre ambos. En última instancia, este género literario expresa mejor y con más fuerza los desgarros y las tristezas del alma de las personas que sentimos y lloramos apenadas la ausencia de un ser humano tan entrañable y querido.
El 22 de Noviembre de 2012, a primeras horas de la
tarde, se tuvo conocimiento en el lugar de O Casal, y también en el de Fornelos,
parroquia de Andoio, ayuntamiento de Tordoia, de un siniestro accidente de
tráfico, ocurrido en el cruce de Anxeriz, en torno al mediodía, causado
por el brutal impacto de un furgón contra el turismo conducido por José Antonio Parafita Parafita, quien resultó afectado con tantas y tan graves
lesiones, que motivaron el final de su ilusionada existencia entre los suyos,
el día 3 de Diciembre de 2012, tras varios días de infructuosa permanencia en
la UCI del Clínico compostelano, al que fue trasladado inmediatamente
después del fatídico accidente, en estado de extrema gravedad.
José Antonio Parafita Parafita, el día 3 de Diciembre
de 2012, cumplió con su último e inexcusable deber de presentarse en la
dimensión de la paz, del reposo y de la justicia por imperativos del
indescifrable misterio de su destino. Pero fue previsor y, por eso, dejó el
maravilloso legado de su amistad y de los muchos y buenos recuerdos a todos
cuantos tuvieron la dicha de conocerle y de tratarle. Resultaría prolijo
enumerar las cualidades que jalonaron la trayectoria de su vida familiar,
profesional y social, por ser muy intensa en manifestaciones de cariño,
honestidad e inquebrantables muestras de lealtad.
Familiares, amigos y
conocidos tienen la posibilidad rendirle y/o
tributarle un más que merecido homenaje, sumergiéndose para ello en las
simas esotéricas del complejo misterio del existir humano para encontrase con
las realidades universales de: la vida, la muerte y el apartamiento físico de
los seres querido, familiares y amigos. Tal separación implica un tránsito o
paso de una dimensión a otra, que, por naturaleza, casi siempre resulta muy
traumática para los deudos.
Pero en el caso concreto de José Antonio, dicha partida y tránsito dejaron transidos de dolor los corazones de aquellos que hemos compartido la vida con él, a la vez que desconsoladas, tristes, apenadas y llenas de melancolía nuestras almas. No obstante, y a buen seguro, que cada uno guarda un buen recuerdo personal de este extraordinario familiar y amigo, por lo que se sigue manteniendo viva y operante su presencia entre nosotros, aun cuando el viaje emprendido, haya sido el último y, además, sin retorno físico, como el del resto de los seres humanos.
Pero en el caso concreto de José Antonio, dicha partida y tránsito dejaron transidos de dolor los corazones de aquellos que hemos compartido la vida con él, a la vez que desconsoladas, tristes, apenadas y llenas de melancolía nuestras almas. No obstante, y a buen seguro, que cada uno guarda un buen recuerdo personal de este extraordinario familiar y amigo, por lo que se sigue manteniendo viva y operante su presencia entre nosotros, aun cuando el viaje emprendido, haya sido el último y, además, sin retorno físico, como el del resto de los seres humanos.
Al respecto, cabe realizar lo que, según el psicólogo y psiquiatra ginebrino Flournoy, constituye un verdadero ejercicio de intropía, que viene a ser un tipo de comunicación afectiva que permite la identificación con otras personas, familiares y/o amigos trascendidos, experimentando sus sentimientos. En todo caso, se trata de que tanto el familiar como el amigo de José Antonio se pueda acercar a un arquetipo de sentida elegía y a la semblanza de una persona entrañable, que, cuando se va, deja tan sumidos en una honda tristeza a los deudos, que despierta en ellos la necesidad de homenajear y recordar a quien se ha ido de su lado con carácter permanente.
Su muerte y tránsito, embargó de tristeza el corazón de su esposa, Elena Dubra Liste; de sus hijos, Begoña y Jorge Parafita Dubra; de su padre, Eladino Parafita Fraga; de su hermana, Julia Parafita Parafita; de su suegra, Jesusa Liste Belllo, así como el del resto de familiares, allegados, vecinos, compañeros de trabajo y conocidos en general. Aquel luctuoso suceso, hizo estremecer de abatimiento, dolor y angustia las entrañas de todos cuanto le conocieron y trataron, dejando impresa en el alma de cada uno la impronta huella de unos recuerdos perdurables e indelebles.
Aquel trágico accidente, con resultado de muerte, ha producido un enorme impacto emocional en todos y cada uno de los habitantes de la comarca. La conmoción alcanzó proporciones indescriptibles, no sólo por la inesperada y prematura partida de José Antonio Parafita Parafita, sino también, y sobre todo, porque su fallecimiento suponía, como en efecto así se está experimentando, la pérdida irreparable de un hombre de bien, de palabra y absoluto fiar, y de una persona íntegra e intachable en su conducta. Sus obras y buen hacer, fueron la mejor radiografía de la truncada vida del inolvidable familiar y del fiel y leal amigo, a quien el providente destino o la fatalidad le han arrebatado inexplicablemente la posibilidad de colmar sus felices sueños e ilusiones.
Y los buenos
recuerdos dejados, constituyen la nítida foto de su perfil humano y
la descripción perfecta de su talla moral. Por esa ejemplarizante
trayectoria vital, familiar y profesional, todos percibimos su presencia
permanente entre nosotros, porque los hombres del perfil como el de José
Antonio, no mueren del todo y para siempre, sino que perviven a través de los
recuerdos, que son un auténtico bien patrimonial, indestructible y sempiterno, legado a la posteridad por el homenajeado,
nuestro dilecto familiar, amigo y vecino.
Si fuera verdad, como lo es, que sólo
mueren del todo y para siempre, quienes no fueron o no son capaces de
perpetuarse a sí mismos a través de buenos e imborrables recuerdos, nos
encontraríamos, todos los que tuvimos el gozo y la dicha de disfrutar de la
proximidad relacional de José Antonio, ante este extraordinario ser humano que ha logrado todo lo contrario, ya que dejó nuestras vidas impregnadas de tantas e intensas
remembranzas y evocaciones, que contienen en sí mismas la mágica y misteriosa fuerza y virtualidad de mantener viva la corriente afectiva que nos unía con él y, en consecuencia, de perpetuar su presencia entre nosotros, por lo que su muerte no fue total y en todas las dimensiones de su existencia.
Hay que poner de manifiesto y resaltar que en Remanso,
está vivamente presente su espíritu y parte de su entusiasmo y esfuerzo
personal, de suerte que en sus remansados rincones se pueden percibir infinitas
y energéticas partículas de los rasgos característicos de esta excepcional y
singular criatura, cuya carta de presentación fue en todo momento una permanente actitud de servicio a los demás. Digno de todo encomio, fue
igualmente el acentuado sentido de reconocimiento y gratitud hacia aquellos que
le distinguieron con la confianza en él depositada. Muchos, pueden o podemos
testimoniar que no nos hemos sentido defraudados por su profesionalidad.
También puede aseverarse que la coherencia y la fidelidad a sus principios
fueron la tónica dominante en el diario quehacer.
Esto, explica,
en buena medida, por qué este comentarista afirma que el presente homenaje se
tributa desde Remanso, por ser éste lugar otro de los espacios en el que José
Antonio invirtió el tiempo que le quedaba después de cumplir con las dos primordiales
y sacrosantas obligaciones: prestar la máxima atención a su familia y realizar
de modo responsable y a conciencia su trabajo. Ejerció el noble arte de echar una
mano en momentos precisos a los de su entorno, familiares, compañeros y
vecinos, y, en general, a quienes se la demandaban.
No le gustaba
echar pulsos, ya que ese no era su estilo ni su talente. Afable y cordial se
mostraba siempre, especialmente, a la hora de buscar soluciones a determinados
problemas, fomentando el diálogo como medio de lograr acuerdos y
entendimientos, por lo que no es de extrañar que una persona tan conciliadora
dejase su impronta en los diferentes ámbitos de la vida relacional. No hay duda
de que dejó un gran vacío en las almas de quienes le conocieron y trataron. Las
almas también lloran.
A
propósito de todo lo apuntado, y mucho más, el autor de esta elegía, no pudo
ni quiso dejar de lado, al escribir la presente semblanza, el profundo
conocimiento, que, afortunadamente, tuvo de José Antonio, por haber gozado de
la oportunidad, la dicha y el honor de estar cerca de él, circunstancia que le
permitió aproximarse al verdadero y auténtico perfil humano, familiar,
profesional y moral del entrañable e inolvidable sobrino.
La sincera y correspondida afectividad entre ambos, no
nació ni se fundamentó sólo en el mero y simple hecho
de la relación familiar, sino también de lazos trabados por la interactiva relación
en otros campos de la vida, como en el laboral, a lo largo de más de 20 años.
En consecuencia, la publicación de estos rasgos biográficos pretende no sólo
ofrecer el fiel retrato de un hombre noble, honesto y ejemplar, sino también expresar por escrito
el sentido y cariñoso reconocimiento y gratitud por los buenos momentos
compartidos.
Pero como el verdadero trasunto de esta elegíaca semblanza, son los
sentimientos, las melancolías y las nostalgias del alma por el fallecimiento de
un ser humano admirable y sublimado por la grandeza de su breve pero intensa
trayectoria vital, se traen a colación algunas de las coplas de don Jorge Manrique por la
muerte de su padre, reproducidas en su literalidad en el castellano del siglo
XV: “Este mundo es el camino para el
otro, que es morada sin pesar; mas
cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar”.
También dice en una de ellas,
“partimos cuando nacemos, andamos mientras vivimos y llegamos al tiempo que
fenecemos; así que cuando morimos, descansamos”. “Nuestras vidas son los ríos que
van a dar en la mar, qu´es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar
e consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos e más chicos,
allegados, son iguales los que viven por sus manos e los ricos”.
Y en esta otra, “recuerde el alma
dormida, avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se
viene la muerte tan callando, cuán presto se va el placer, cómo, después de
acordado, da dolor; cómo, a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue
mejor. Pues si vemos lo presente cómo en un punto s´es ido e acabado, si
juzgamos sabiamente, daremos lo non venido por passado. Non se engañe nadi, no,
pensando que ha de durar lo que espera más que duró lo que vio, pues que todo
ha de passar por tal manera”.
A
modo de síntesis conclusiva, es de resaltar que el esfuerzo y la tenacidad,
la confianza y autoestima, así como la lealtad fidelidad, constituyeron una constante conductual a lo largo de su corta vida
laboral y familiar. Nunca perdió de vista que estos dos espacios de realización
humana eran para él las motivaciones del entusiasmo que ponía en todos los
proyectos de vida. Procuró, por todos los medios a su alcance, que tanto en el
trabajo como en el hogar, las personas con las que compartía la vida,
experimentasen el correcto y equilibrado crecimiento y desarrollo en todos sus
aspectos y dimensiones.
Se
preocupaba por que todos se encontrasen a gusto. De suerte que, hay que
concluir, que éste fue otro de sus objetivos irrenunciables. Es obligado
destacar que, en todo momento, trabajó afanosamente por aglutinar sensibilidades, limar asperezas y
aunar esfuerzos, para que los lugares de trabajo compartido y coordinado fueran
a la vez escenarios de encuentro en el respeto y la solidaridad. En definitiva,
a través de esta especial dedicatoria de corte elegíaco, se ha pretendido poner
en valor y destacar el hecho de que José Antonio haya sido un dechado de
virtudes humanas y cívicas. Por todo ello, le tributamos el más cálido de los
homenajes, recordándole con cariño y honrando respetuosamente su memoria.
Santiago de Compostela, 4 de Diciembre de 2013.
Antonio José Parafita Fraga, escritor y comentarista de temas sociales y políticos.
Santiago de Compostela, 4 de Diciembre de 2013.
Antonio José Parafita Fraga, escritor y comentarista de temas sociales y políticos.
Del blog
personal VERBO SUELTO, de Antonio José Parafita Fraga.
Enlace: verbosuelto.blogspot.com
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